Llevo escribiendo sobre juegos casi tanto tiempo como llevo escribiendo con vocación literaria. Con trece o catorce años publiqué mis primeros escritos sobre juegos en algunos espacios de aquel Internet incipiente, movido todavía por el entusiasmo de las comunidades y no por la voracidad de las corporaciones. Eran por lo general críticas y comentarios de aventuras gráficas, un género que tuvo su apogeo durante los años noventa y que sigue siendo, a mi juicio, uno de los casos más notables de interconexión entre las artes de la literatura y del videojuego.

Ilustración sobre juegos y literatura

Que los juegos son un hecho de cultura, y que la industria del videojuego es la principal industria de entretenimiento, no es algo que vaya a descubrir a nadie. Y, pese a ello, cualquiera que, como yo, se mueva o se haya movido por círculos literarios seguro que ha percibido un prejuicio y hasta un sentimiento de superioridad del mundo literario sobre el de los juegos. La literarura, al fin y al cabo, es valorada como una forma artística y un hecho de cultura “prestigioso”; los videojuegos, en cambio, como una fase de infancia y juventud o, como mucho, un pasatiempo. Es cierto que la percepción de los juegos en general y de los videojuegos en particular ha mejorado socialmente desde los años noventa —ahora al menos ya no están estigmatizados—, pero es igualmente cierto que la literatura sigue percibiéndose de forma generalizada como una forma de cultura “superior”. Sobra decir que yo no estoy para nada de acuerdo con esta jerarquía y que no concibo mis reflexiones sobre los juegos y las artes interactivas —ni mis incursiones como desarrollador—como algo de menor categoría que mis estudios sobre poesía o la publicación de mis libros.

Comencé, como digo, escribiendo sobre aventuras gráficas. Mis primeros escritos en La Aventura es la Aventura —LAELA para los amigos— consistieron en críticas de aventuras y reflexiones teóricas sobre el género. LAELA estaba impulsada, como tantos espacios de aquel Internet de principios de los 2000, por la comunidad, pero quisieron elevar la calidad —o al menos la percepción de profesionalidad— de los artículos para acercarla a Aventura y Cía, la otra gran página en español sobre aventuras. De esa etapa de aprendizaje no queda ningún escrito del que me sienta orgulloso, especialmente por el estilo recargado propio de la adolescencia. Pero fue en LAELA donde tuve la oportunidad de que me leyeran por primera vez y allí fue donde empecé a desarrollar mi visión de los juegos y mi estilo de escritura al tratar sobre los mismos.

Fue también en LAELA donde conocí a Miguel Fervenza, responsable de Indiefence, uno de los escasos espacios que quedan en la web en español donde se hable con profundidad, exhaustividad y honestidad sobre aventuras gráficas. Mi interés teórico y práctico sobre los juegos se fue haciendo más general, pero seguí durante años publicando de forma esporádica artículos sobre el género. La mayoría de ellos trataban de aspectos muy específicos del diseño de aventuras, pero en otros desarrollaba algunas ideas sobre la posición especial del género como eslabón entre lo literario y lo lúdico.

Portada Loop

Algunos de mis mejores escritos sobre juegos —o al menos los más completos y mejor editados— los he publicado con GameReport, reconvertida después en LOOP, una de las mejores publicaciones impresas sobre videojuegos que hay en nuestro país. El tratamiento que se le da a los videojuegos es el propio de una expresión artística del más alto nivel. Prevalecen las aproximaciones humanísticas: análisis históricos de géneros, elucubraciones filosóficas, reflexiones sociológicas… Mi aproximación al estudio de los juegos siempre ha sido más formal, pero quizá por ello, porque la visión más general de la revista eleva y enriquece mis análisis, digamos, formales y estructurales, por lo que encuentro que mis colaboraciones con ellos están entre mis mejores textos ludológicos.

El grueso de mi producción ludológica se encuentra en Morfología del juego. El proyecto se inició en 2012. Coincidió con unos años de reivindicación del potencial artístico y la importancia cultural de los videojuegos. Los nacidos a finales de los ochenta y principios de los noventa, que habíamos crecido jugándolos, empezamos a aplicar a su análisis y observación los procedimientos de disciplinas que hasta entonces habían sido esencialmente ajenas a los mismos. En mi caso, inspirado quizá por mis estudios filológicos y mi propia creación literaria, me interesé y me sigo interesando principalmente por dos aproximaciones al estudio de los juegos: la disciplina técnica del ‘diseño de juegos’ y la aproximación teórica y formal de una ‘morfología’.